Algunas leyendas

¿Por qué el hornero construye su casa?
El Hornero es un pajarito que arma su nido, por lo general, en la cercanía de los humanos, el nido tiene dos compartimentos, en el cual el más protegido es el de la hembra. Se dice que romper nido de horneros atrae a la tormenta. Cuando llueve se pasea por el nido, alborozado, dejando sus huellas. Esta leyenda, de origen, nos cuenta que Jahé, hijo único de su padre, salió a cazar un carpincho, luego de una larga jornada, el cansancio lo hizo dormirse a orillas del río. Al despertar vio salir de las aguas a una hermosa joven y quedó totalmente enamorado, para poder pretender a la joven debía someterse a una prueba como el resto de los jóvenes: se envolvían en cueros mojados de animales (retobar) que a medida que se secaban iban achicharrando a los muchachos. Al final sólo quedaron 2: Jahé y Aguará. Cuando Aguará pidió que lo sacaran, todos acudieron a ayudarlo y por unos segundos se olvidaron de Jahé. Al ir a aflojar su tortura, vieron que de adentro del cuero salía un pajarito pequeño, esta avecita hizo su nido con paja y barro y que la joven de la cual Jahé se enamoró, se convirtió en pájaro y fue su compañera.

El girasol que refleja a la princesa Carandaí


Pirayú era cacique de una tribu que vivía a orillas del río Paraná. Mandió era cacique de una tribu vecina. Pirayú y Mandió eran buenos amigos. De ahí que sus pueblos intercambiaban en paz artesanías y alimentos.

Cierta vez, Mandió tuvo la gran idea de unir a las dos tribus, y por eso pidió en matrimonio a la hija de Pirayú. - Para estar siempre unidos quiero casarme con tu hija - dijo a su amigo. Imposible - respondió preocupado Pirayú. Y contó en seguida a Mandió que su hija no se casaría con ningún hombre porque había ofrecido su vida al dios Sol.

Ante la incredulidad de Mandió, Pirayú explicó que -Carandaí, mi hija, desde muy pequeña pasa las horas contemplando al sol. Sólo vive para él. Por eso los días nublados la ponen tan triste -; Mandió se alejó disgustado y prometiendo venganza.

Los días pasaron hasta que cierta vez andaba Carandaí con su canoa contemplando la caída del sol en medio del río cuando, de pronto, vio resplandores de fuego sobre su aldea. Remó rápidamente hacia la orilla, pero, cuando intentó desembarcar, unas barras gruesas de madera trabaron sus movimientos.

- ¡Ajá!, tendrás que pedirle a tu dios que te libere de mi venganza - dijó Mandió.

- ¡Oh! Cuarahjí, ¡Mi querido sol! - susurró Carandaí. - No permitas que Mandió acabe conmigo y mi pueblo. No lo permitas mi dios...

Y no había terminado de hablar cuando Cuarajhí, el sol, envió a la joven un remolino de rayos potentes que la envolvieron y la hicieron desaparecer de la vista de Mandió.

Allí donde había estado Carandaí, brotó una planta esbelta y hermosa con una flor dorada que, al igual que la princesa, siguió siempre, con su cara al cielo, los rumbos del sol.


El Ratón Pérez


   Es un mito de origen hispánico, del que hay registros en la época colonial. Se ha difundido también por todo el continente americano, y también se agregó tardíamente en nuestro país, en la Provincia de Buenos Aires, por semejanza con un viejo personaje de tiras cómicas.

    Se trata de un simpático y benévolo ratón cuya predilección son los dientes de leche, de modo que al caer la primera dentición de los niños, sale por las noches para cambiar cada diente por unas monedas, que deja debajo de la almohada del pequeño afectado por la pérdida.

    Este roedor benéfico funciona psicológicamente como un bálsamo para mitigar el dolor infantil.

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